Segons el Washington Post, el president Trump va dir més de catorze mentides diàries durant els tres primers anys del seu mandat. Hi hauria dit, per tant, unes 15.500 mentides, sense comptar les de 2020. Si això és veritat, no mereixeria tenir un sol vot a les eleccions. No obstant això, encara que perdi el poder, va obtenir cinc milions més de vots que fa quatre anys. Conclusió: mentir no té gran càstig en política. 
Com aquesta creença s'estengui pel món, es va acabar el respecte a la veritat, si alguna vegada van existir aquest respecte i la veritat mateixa. No és estrany que hagin saltat les alarmes ni menys que el Consell de Seguretat Nacional hagi encomanat al Govern a crear l'anomenada Comissió contra la Desinformació.
La pregunta és: ¿té l'Estat dret a restablir la veritat o a fer-ho dissimula un desig d'implantar la censura? Si s'invoca la seguretat nacional, és clar que l'Estat ha d'actuar. Però gran part de la premsa va entendre el segon: el Govern utilitza aquest problema per vigilar i controlar els mitjans, la qual cosa seria una formal regressió democràtica. La possibilitat que un govern pugui decidir què és veritat i què és mentida atempta contra la llibertat d'informació. D'aquí l'èxit de ressuscitar Orwell i posar el nom a aquesta comissió 'el Ministeri de la Veritat', tot i que el que cal preguntar-se és de quina veritat tractarà aquest Ministeri?.

L'any 2016 va passar a la història com el moment en què el planeta va descobrir que havíem entrat en l'era moderna de les fake news. Res és el que sembla, fins i tot la mentida l'hem maquillat amb el terme posveritat per fer-la més digerible. Les notícies falses igual serveixen per a les guerres comercials o per a les batalles polítiques. El Brexit o Donald Trump no s'entenen sense tenir present aquest fenomen. No és fàcil defensar-se davant aquest tsunami. Fins i tot els mitjans rigorosos estem amenaçats pels ciberatacs a la veritat. És més, sovint un mitjà seriós pot caure en el parany i donar per bona una notícia falsa en les xarxes, blanquejant així la mentida. Col·lectius de periodistes han creat webs -la Buloteca o Maldito Bulo- per denunciar notícies de les xarxes que no ho són.
Que consti que avisats estàvem per Orwell, Winston treballava al Ministeri de la Veritat, que precisament actuava en el sentit contrari, manipulant les notícies segons convenia, es tractaba del "doblepensar", de manera tal que la principal funció del ministeri de la veritat era la reescriptura de la història i el falsejament d'aquesta. D'ací el temor de la premsa, que no sigui que aquest Ministeri sigui el Ministeri del Doblepensar de la Neollengua d'Orwell, i serveixi per manipular les propies fake news del mateix Govern.


DOBLEPENSAR

Winston dejó caer los brazos de sus costados y volvió a llenar de aire sus pulmones. Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del doblepensar. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo, y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Esta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar. 

IV - Con el hondo e inconsciente suspiro que ni siquiera la proximidad de la telepantalla podía ahogarle cuando empezaba el trabajo del día, Winston se acercó al hablescribe, sopló para sacudir el polvo del micrófono y se puso las gafas. Luego desenrolló y juntó con un clip cuatro pequeños cilindros de papel que acababan de caer del tubo neumático sobre el lado derecho de su mesa de despacho. En las paredes de la cabina había tres orificios. A la derecha del hablescribe, un pequeño tubo neumático para mensajes escritos, a la izquierda, un tubo más ancho para los periódicos; y en la otra pared, de manera que Winston lo tenía a mano, una hendidura grande y oblonga protegida por una rejilla de alambre. Esta última servía para tirar el papel inservible. Había hendiduras semejantes a miles o a docenas de miles por todo el edificio, no sólo en cada habitación, sino a lo largo de todos los pasillos, a pequeños intervalos. Les llamaban «agujeros de la memoria». Cuando un empleado sabía que un documento había de ser destruido, o incluso cuando alguien veía un pedazo de papel por el suelo y por alguna mesa, constituía ya un acto automático levantar la tapa del más cercano «agujero de la memoria» y tirar el papel en él. Una corriente de aire caliente se llevaba el papel en seguida hasta los enormes hornos ocultos en algun lugar desconocido de los sótanos del edificio.
Winston examinó las cuatro franjas de papel que había desenrollado. Cada una de ellas contenía una o
dos líneas escritas en el argot abreviado (no era exactamente neolengua, pero consistía principalmente en palabras neolingüísticas) que se usaba en el Ministerio para fines internos. Decían así:

times 17.3.84. discurso gh mal registrado áfrica rectificar
times 19.12.83 predicciones plan trienal cuarto trimestre 83 erratas comprobar número corriente
times 14.2.84. Minibundancia mal citado chocolate rectificar
times 3.12.83 referente ordendía gh doblemásnobueno refs nopersonas reescribir completo someter antesarclúvar.

Con cierta satisfacción apartó Winston el cuarto mensaje. Era un asunto intrincado y de responsabilidad y prefería ocuparse de él al final. Los otros tres eran tarea rutinaria, aunque el segundo le iba a costar probablemente buscar una serie de datos fastidiosos. 
Winston pidió por la telepantalla los números necesarios del Times, que le llegaron por el tubo neumático pocos minutos después. Los mensajes que había recibido se referían a artículos o noticias que por una uotra razón era necesario cambiar, o, como se decía oficialmente, rectificar. Por ejemplo, en el número del Times correspondiente al 17 de marzo se decía que el Gran Hermano, en su discurso del día anterior, había predicho que el frente de la India Meridional seguiría en calma, pero que, en cambio, se desencadenaría una ofensiva eurasiática muy pronto en África del Norte. Como quiera que el alto mando de Eurasia había iniciado su ofensiva en la India del Sur y había dejado tranquila al Africa del Norte, era por tanto necesario escribir un nuevo párrafo del discurso del Gran Hermano, con objeto de hacerle predecir lo que había ocurrido efectivamente. Y en el Times del 19 de diciembre del año anterior se habían publicado los pronósticos oficiales sobre el consumo de ciertos productos en el cuarto trimestre de 1983, que era también el sexto grupo del noveno plan trienal. Pues bien, el número de hoy contenía una referencia al consumo efectivo y resultaba que los pronósticos se habían equivocado muchísimo. El trabajo de Winston consistía en cambiar las cifras originales haciéndolas coincidir con las posteriores. 
En cuanto al tercer mensaje, se refería a un error muy sencillo que se podía arreglar en un par de minutos. Muy poco tiempo antes, en febrero, el Ministerio de la Abundancia había lanzado la promesa (oficialmente se le llamaba «compromiso categórico») de que no habría reducción de la ración de chocolate durante el año 1984. Pero la verdad era, como Winston sabía muy bien, que la ración de chocolate sería reducida, de los treinta gramos que daban, a veinte al final de aquella semana. Como se verá, el error era insignificante y el único cambio necesario era sustituir la promesa original por la advertencia de que probablemente habría que reducir la ración hacia el mes de abril.

Cuando Winston tuvo preparadas las correcciones las unió con un clip al ejemplar del Times que le habían enviado y los mandó por el tubo neumático. Entonces, con un movimiento casi inconsciente, arrugó los mensajes originales y todas las notas que él había hecho sobre el asunto y los tiró por el «agujero de la memoria» para que los devoraran las llamas...

1984 fragmento del Ministerio de la Verdad.