Mañana hará un año del movimiento de los indignados. Un año ha dado para una lectura pausada del movimiento que se mantiene y sigue contando con la simpatía de muchos ciudadanos que no se manifiestan ni acampan, pero están indignados y se sienten cercanos al movimiento, al igual que los políticos le siguen ignorando y despreciando. No eran los 200.000 que decían los organizadores de la manifestación del otro día  en Barcelona, pero más de los 40.000 que daba la urbana, bastante gente pues que apoyaba el movimiento. El problema radica en que están en un cul de sac (un callejón sin salida), no pueden ponerse en política (sería su fin y adocenación en absorberles el sistema), y poco más pueden hacer aparte de la intrahistoria que ya han ido haciendo durante este año a nivel vecinal. Se me hace difícil entender qué salida pueden tener en un futuro una vez pasada la celebración de este año. Quizás los otros indignados, los pasivos que somos muchos, cada vez más, deberíamos salir del armario y acampar con ellos, y que fuera una cifra que realmente alarmase a la clase política y a los Gobernantes. Sabemos que no lo haremos y posiblemente estamos cometiendo un error histórico, o quizás no, la verdad es que estoy muy desconcertado, y diría que no soy el único.