El barroc article de Pedro Vallin a la Vanguardia és molt més extens, el podeu llegir sencer aquí, n'he agafat un fragment que tracta del procés i de la lluita als carrers de Barcelona.
Barcelona de Fawkes, Barcelona de Fleck
Bona part de l'independentisme (i de la crítica de cinema) confonen la revolució de 'V de Vendetta' amb l'anarquia de 'Joker', mentre el país es llança a una campanya distòpica.
"Escribía Enric Juliana el viernes pasado que Carles Puigdemont quería ser el Guido Fawkes de V de Vendetta –historieta de Alan Moore de 1980 reescrita para el cine en 2006 por los hermanos Wachowski (hoy hermanas, que no se entere la concejala Vox)– para cobrar venganza en el prisionero Oriol Junqueras, pero “los planes perfectos no existen en el tiempo del culto a la máscara de Anonymus y al rostro de Joker”. Ahí nos situamos, entre Joker, de Todd Phillips, y V de Vendetta, de James McTeigue. El filme de Warner/DC, protagonizado por un Joaquin Phoenix que rivaliza en mohines y pantomimas con el gran Marcel Marceau, reina en estos días en taquillas vecinas al Unamuno de Alejandro Amenábar, un diálogo imposible entre el ahora y el antes, entre lo inventado y lo recordado, entre la ilustración y la locura. Joker se propone a sí misma como una parábola sobre las sociedades del ocaso uberliberal (aunque la película se desarrolle en los ochenta, alborada del reaganismo que inició la tarea de arrollar a las clases medias planetarias), y gracias a ello tiene seducidos tanto al anticapitalismo airado como al reaccionarismo machista de los foros incel –involuntary celibate (solteros involuntarios)–, un movimiento heterosexual, machista y antifeminista que reúne en la red a grupos que no logran mantener relaciones sexuales y que expresan esa incapacidad de relacionarse con las mujeres en una misoginia enfurecida. A los incel se los ha relacionado en Estados Unidos con algunos de los últimos graves tiroteos ocurridos en el país.
Arthur Feck, el sosias del Joker, es un psicópata diagnosticado, con un trabajo denigrante como payaso-anuncio, que vive solo con una madre chiflada que abusó de él de niño, que tiene una aventura romántica (aunque solo en su desvencijada imaginación) con una vecina, madre soltera a la que acabará matando cuando descubra que tal romance no ha ocurrido, un tipo siniestro y furioso al que consume una ira oceánica contra todo lo que lo rodea, desde los viajeros del transporte público hasta sus ídolos de la televisión, pasando por sus compañeros de trabajo o el millonario exjefe de su madre, Thomas Wayne, el médico y filántropo padre de Bruce Wayne/Batman convertido aquí en un gilipollas, un ufano e indeseable millonario, añagaza del guion para mejor justificar la construcción de un universo ético que de soporte moral y político al protagonista. Para que nuestra risa y nuestro miedo sucumban ante una peligrosa compasión. Para que una víctima de sí mismo se nos antoje una víctima todos de los demás.
Mientras que V de Vendetta se inspira en el terrorismo de extrema izquierda que estremecía las democracias europeas en los años 70 –de la Baader Meinhof al IRA, pasando por ETA o las Brigadas Rojas– para construir una alegoría política antitatcherista contra un gobierno ultraconservador que había convertido al Reino Unido en un distópico régimen autoritario neofascista dirigido por el partido Fuego Nórdico, Joker se referencia en el cine de Martin Scorsese sobre el desclasamiento posterior a la guerra de Vietnam y a la crisis del petróleo, el que alumbró piezas maestras sobre ese ultraderechismo anarcoide tan genuinamente estadounidense como Taxi Driver, y conmovedoras y fábulas sobre los desposeídos, como Cowboy de medianoche, de John Schlesinger.
V (Hugo Weaving), el misterioso antihéroe que emplea la máscara del Guido Fawkes (el católico que intentó matar al rey Jacobo I en 1605), proyecta un golpe de estado de estrategia troskista, una revolución quirúrgica que se apoya en la intervención de las comunicaciones y la destrucción del Big Ben y las Casas del Parlamento para devolver el poder al pueblo. Es decir, una utopía democratista y popular. Arthur Fleck es otra cosa, un pistolero loco que dispara indiscriminadamente. Después de ver frustradas sus expectativas de ser hijo natural del acaudalado Wayne, sucumbe a un estallido violento que va dirigido tanto al resto de la población como a la institucionalidad –encarnada en el famoso y veterano presentador de televisión Murray Franklin, interpretado por Robert de Niro– sin propósito alguno de enmendar un sistema sobre el que no emite más juicio que sus amarguras individuales, sin plan ni alternativa.
La ira indiscriminada contra lo que está mal (y también contra todo lo que está bien) que condensa Fleck es idéntica a la que ha llevado a Donald Trump a la Casa Blanca, de ahí que la película de Todd Phillips, bien lejos de constituir una parábola de emancipación, sea una fantasía en la que se reconoce toda la white trash (“basura blanca”) estadounidense, esa que reúne a la llamada alt-right, es decir, la ultraderecha iliberal pertrechada de semiautomáticas y crucifijos, y las masas de incel que conspiran, pálidas ante el fulgor de sus pantallitas, en las sentinas de internet, por un mundo de mujeres sumisas. Trump, no hay que olvidarlo, ganó la presidencia proponiéndose a sí mismo literalmente como un antisistema, dispuesto a plantar cara a “los burócratas de Washington y los tiburones de Wall Street”. Y por situar al Arthur Fleck que encarna Phoenix en sus justos términos políticos, cabe recordar que Trump pronunció en campaña una frase estremecedora, pero seguramente cierta, que anticipa la escena final de Joker: “Tengo a los votantes más leales. ¿Alguna vez habéis visto algo así? Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a gente, y no perdería votantes”. Risa y medio.
Trump auguró el caos anarcoliberal de ‘Joker’ en campaña: “Podría disparar a la gente en la Quinta Avenida y no perdería votantes”
La institucionalidad madrileña maldice ideas políticas abrazando el giro antiilustrado del ficticio Fuego Nórdico de V de Vendetta, mientras las calles de Barcelona se sumergen en el desorden de los enmascarados seguidores del Joker. La descomposición de los mapas ideológicos de esta crisis de las democracias liberales avanza y se amplía. No solo un niño de papá, opulento, estúpido y maleducado como Donald Trump, supo presentarse ante los perdedores de la globalización como un vehículo de soberanía y reconquista popular sino que a este lado del Atlántico conspicuos analistas de izquierdas señalan Joker, no como un retrato del trumpismo popular que pide compasión para el votante de ultraderecha, sino como una alegoría de la revolución de los de abajo contra los de arriba. Joker da risa y da miedo, pero aquí una izquierda lo celebra. Como a Trump.
Esa confusión es la que ha prendido por doquier en la dislocada campaña electoral a la que asistimos, en la que un contenedor ardiendo –que expresa una formulación alegórica de la violencia contemporánea porque deposita en el mobiliario urbano la ira destinada a personas o instituciones– es palmaria manifestación de un momento liberador o, todo lo contrario, ira contrarrevolucionaria, en función de la ciudad de residencia del analista. Un desconcierto que alcanza a los propios incendiarios, que se ven a sí mismos como vectores de una revolución antifascista y como los agentes de una construcción identitaria. Que exigen votar y amenazan con boicotear la inminente cita con las urnas. El furor que agita en las calles de Barcelona y que muy probablemente se hará extensivo en lo venidero a otros lugares de la península –por distintos motivos aparentes pero idénticos en lo profundo: la crisis de legitimidad institucional del sistema liberal contra el que percuten lo revolucionario y lo totalitario, la utopía y la nostalgia– apunta a una pulsión democrática y reaccionaria al tiempo que nos dificulta entender nuestro alrededor.
Intimidantes caretas sonrientes, la del payaso y la del terrorista, enclavadas en un nuevo terror político que se expresa también en la más acabada distopía sobre el rencor de clase que el cine ha alumbrado para las carteleras de Halloween: The purgue (La purga: la noche de las bestias) (2013-2018), serie de películas creada por James DeMonaco que propone una democracia made in USA en la que, durante doce horas, una noche al año, ningún crimen violento es ilegal. Otra noche de desorden y fuego purificador en la que los participantes llevan máscaras sonrientes. “¿Why so serious?” nos pregunta desde hace años el Joker en pósters y camisetas. “¿Por qué tan serio?”.
Por ahí revolotea Watchmen, la serie escrita por Damon Lindelof para HBO, secuela tardía del famoso tebeo homónimo de Alan Moore, en la que, en palabras del crítico de GQ Noel Ceballos, Lindelof identifica la potencia de nuestras distopías: “Unas gafas de rayos X que, una vez puestas, revelan pasadizos secretos de la historia norteamericana, caminos no tomados (pero aún relevantes en el inconsciente colectivo) y versiones contrafactuales de hitos históricos que, por supuesto, acaban desenterrando una verdad más profunda: la distopía como única clave genuinamente reveladora para leer el presente”.
Policías ocultos tras pasamontañas amarillos y salvajes neonazis con máscaras del superhéroe de ultraderecha Rorschach, que a su vez es de nuevo Taxi driver. Barcelona, tal vez Madrid, Santiago de Chile, Hong Kong, París... Caminos no tomados, versiones contrafactuales de hechos históricos, enumera Ceballos, que parece hablarle a la cara a un país y un presente en el que en apenas cinco días se suceden anacronismos y paradojas, en evento multipantalla y en riguroso directo: una niña princesa de rizos de oro bendice su suerte, una ciudad arde entre instituciones que dicen una cosa y la contraria, una bestia durmiente bajo la montaña sale volando (como el dragón Smaug dejando Erebor) y amenaza con ser tercero en discordia ante los ojos atónitos de un país pegado al televisor, el fascismo amenazando en prime time a la política en nombre de la democracia, la capital del país declarando genocida a la filosofía política e intentando desterrar las bicis en nombre del medio ambiente... Y cinco cuarentones pidiendo el voto desde el mismo monitor. Barcelona se inmola, Madrid grazna y la Ilustración que auspició el pensamiento democrático, madre del marxismo como del liberalismo, se bate en retirada. La tele ríe y da miedo, en mueca desquiciada.
Blade Runner nos contó que en noviembre del 2019 el enemigo sería indistinguible de nosotros mismos, que el aterrorizado hombre blanco heterosexual amaría a los androides y también los perseguiría para darles muerte, y que a esa ejecución sin detención ni juicio la llamaría retiro. Bienvenidos al futuro. “¿Why so serious?”."
No crec que vaig a veure la peli però es veu que hi ha gent que aplaudeix quan el Joker aquest fa disbarats i mata de forma indiscriminada, el mon és raret.
ResponEliminaEl Vallín també és molt especial i de vegades irrita però aquestes relacions que estableix, amb tantes referències, em resulten molt interessants.
ResponEliminano el coneixia, pero precisament aquesta mena de relacions amb tantes referencies és el que m'ha cridat l'atenció de l'article, per aixó dic barroc.
EliminaA mi tampoc en venen ganes d'anar a veure-la.
ResponEliminaNo he visto Joker, pero si La Purga y varias veces Vendetta. Vendetta, para mi por lo menos, es muy buena, hay, sin embargo, quien solo ve en ambas peliculas cuchillos y sangre, como solo lo ve en Matrix tambien de los hermanos Wachowski (o hermanas, antes solo una era hermana, ahora lo desconozco y me da igual). En todas ellas hay la figura del heroe, que lucha contra todos y vence, o no. Quizas en el fondo, es eso, la figura del heroe, el lider, lo que busca o lo que buscamos el personal, el guia que nos dirija y nos evite la enojosa labor de tomar decisiones y asumir las consecuencias. El libre albedrio tiene un componente bonito y de pelicula que es poder hacer lo que quieras, pero tiene la contrapartida de que si sale mal tienes que asumir las consecuencias y la mayoria de nosotros solo nos quedamos con la primera parte y queremos salir inmunes de la segunda y es normal, no critico, solo hago referencia a un hecho. Todos queremos disfrutrar de las ventajas de un estado, educacion, seguridad, sanidad y esas cosas y no perdemos ocasion para evitar cumplir nuestros compromisos con el resto de la ciudadania y si los impuestos fuesen voluntarios aqui no pagaba ni dios. Todos nos quejamos del hambre del mundo y esas cosas pero gastamos en autenticas estupideces dineros que alimentarian familias enteras y lo sabemos, pero descargamos nuesta responsabilidad en aquellos que tienen más que nosotros, o en el estado o en el sursum cordam. Buscamos al lider que nos guie y que asuma las consecuencias malas de nuestros actos, alguien a quien quemar cuando algo no este bien. EN Matrix cuando le dan la pastilla a elegir se lo advierten, con una va a ser feliz no va a tener problemas y pasara una vida de placeres sin casi preocupaciones, con la otra va a ver la realidad, asumir riesgos, y sufrir pero sera persona. ¿Quien cogeria la segunda?
ResponEliminaPor lo demas, vere Joker, a lo mejor esta misma noche cuando termine de trabajar. Y Matrix y V de Vendetta las he visto muchas veces, son geniales.
Un saludo
'La purga' es la violencia por la violencia.
EliminaMatrix está muy bien hasta el momento en que Neo dice aquello de: quiero armas, y ahí se jode la película.
V de vendetta está bien, és interesante aunque no es una película redonda.
JOKER no creo que la vea, no me seduce en absoluto.
Me niego a ver películas violentas. Las rechazo de entrada. No pago para salir más crispado de lo que entro en el cine.
ResponEliminaSalut
Depén, un TARANTINO de tan en tant está bé i s'agraeix.
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