Tal com ho he trobat ho publico, crec que pot ser d'interès la lectura d'uns fets que varen succeïr però dels que no en puc donar fe, em crec doncs, el que explica José Alsina en aquest escrit, d'uns catalans que molts coneixem o coneixiem. No se si el que explica és cert, però ho sembla.

La conexión catalana del grupo de Burgos:
la Falange que nunca existió

José Alsina Calvés



En artículos anteriores{1} nos hemos referido a la presencia de un importante grupo de catalanes en el Grupo de Burgos, que merecen un especial comentario por diversas razones. Su mera existencia contradice el absurdo mito, elevado a dogma, del nacionalismo catalán según el cual la guerra civil fue prácticamente una guerra territorial, una invasión de Cataluña por el ejercito español y que la Falange no tuvo en Cataluña ningún arraigo.

Hombres como Xavier de Salas (que sería después director del Museo del Prado), el novelista Ignacio Agustí, el editor Josep Verges, y Juan Ramón Masoliver, sin olvidar la figura de Eugenio D’Ors, vinculado también al Grupo de Burgos, fueron representantes muy significativos de esta falange catalana, quizás no muy numerosa, pero si significativa. Los cuatro primeros eran hombres que habían estado muy vinculados al mundo literario catalán en los años inmediatamente anteriores a la guerra civil, y que militaban en la Lliga regionalista. Al estallar la guerra civil, y siguiendo las instrucciones de los dirigentes de la Lliga (Cambó, Ventosa) huyeron de Cataluña y se dirigieron a Burgos. Allí no tardaron en enrolarse en Falange y entrar en la secretaría de Prensa y Propaganda con Ridruejo, Tovar y Laín.

Hay que añadir también al escritor Luis Santamarina, el único no catalán de origen y que era ya falangista en los años anteriores a la guerra civil. Santamarina fue presidente del Ateneo de Barcelona en los años de la posguerra.

El discurso «asuntivo», integrador de todo lo español (incluido lo catalán) de Ridruejo, Tovar y Laín sedujo fácilmente a estos hombres, que posteriormente apostarían por la continuidad del uso de la lengua catalana, y que considerarían que las prohibiciones primero y dificultades después que iban a pesar sobre la misma eran, entre otras cosas, un monumental error político, pues convertían a la lengua y a la cultura catalana en un patrimonio exclusivo de los vencidos. Desde una óptica no nacionalista defendieron (sin éxito) la relevancia del patrimonio lingüístico y literario catalán como una parte importante de la cultura española, al cual no había que renunciar, sino potenciar e integrar en la cultura de la «Nueva España»{2}.

La labor más importante de los catalanes de Burgos fue la edición del semanario Destino, que iba a tener continuidad muchos años después de terminada la guerra civil. Como ha señalado Cesar Alonso de los Ríos{3} Destino{4} fue el colectivo intelectual de una falange catalana que, según la tesis nacionalista, nunca existió. Durante la guerra no fue solamente el órgano de esta Falange catalana, sino el semanario de toda la «Zona Nacional». Si alguna región española estaba específicamente representada en la retaguardia burgalesa, esa era precisamente Cataluña.

Para los defensores del mito de Cataluña como «nación» moderna, laica y democrática (y «obviamente» sin fascistas), el recuerdo de Destino ha resultado insoportable. Como los nacionalistas catalanes son especialistas en ignorar la historia y reescribirla según sus propios delirios, se ha llegado a decir que la revista defendió criterios «aliadófilos», cuando la línea editorial y la de la mayoría de sus colaboradores nunca desmayaron en su defensa del Eje.

Destino, editada, dirigida, financiada y escrita por catalanes, daba las consignas de la semana para la «Zona Nacional» y además, hacia lecturas en clave catalana de los principios del Movimiento. Su influencia fue notable en personas como Ridruejo y Laín, que tuvieron siempre una gran sensibilidad hacia el tema de Cataluña.

La aventura editorial de Destino en Burgos fue contada de modo testimonial por José María Fontana{5} en un libro en el que trató de echar por tierra la tesis de la inexistencia de una Falange catalana. El texto resultó tan desazonante para los catalanes «bienpensantes», especialmente para lo que habían vestido camisa azul (los Sentís, por ejemplo) que fue ninguneado por la crítica y el público.

Pero los catalanes del Grupo de Burgos no fueron solamente importantes por la edición de Destino y por las sinergias positivas que crearon con los demás miembros del grupo hacia el tema de Cataluña. En los años de la posguerra todos ellos se reafincaron en Cataluña donde jugaron un importante papel político y cultural, siempre en clara sinergía con la estrategia política de los demás miembros del Grupo, tanto en los años cuarenta bajo el paraguas de Serrano Suñer, como en los cincuenta bajo la protección de Joaquín Ruiz-Giménez.

En Cataluña el grupo inicial (Xavier de Salas, Masoliver, Verges y Agustí) no tarda en tejer una tupida red de contactos con personajes muy significativos de la sociedad civil catalana, de las letras, la cultura y la política. El escritor Luis Santamarina (único «camisa vieja») que fue muchos años presidente del Ateneo de Barcelona; el erudito Martín de Riquer que sería después catedrático de Lenguas Románicas de la Universidad de Barcelona, y que ostentó el cargo de Delegado de Propaganda en Barcelona (en sustitución de Masoliver) de 1940 a 1942; el historiador Jaume Vicens Vives, que por aquel entonces defendía las teorías nacional-socialistas del «espacio vital»{6}, serían algunos ejemplos significativos.