Poder conversar, no sobre tu o sobre mi, sinó sobre temes que voregen la utilitat, ens obre finestres a la ment. No només és un plaer, és necessari per sobreviure a l'alienació i el caos del nostre temps. Rémy Oudghiri, un científic dedicat a estudiar-nos a través de les estadístiques i les enquestes, conversa amb Ima Sanchís sobre la necessitat de fugir encara que sigui a estones de la pressió de la societat per descobrir el món, per ser; però abans va conversar amb Petrarca, Rousseau, Flaubert, Gauguin, Tolstoi, per poder explicar-nos en el seu Petit elogi de la fugida del món (Alfabet) que fugir de el món no és sinó una altra manera de iniciar-se en el veritable. Rémy fuig contemplant la bellesa de l'alba: "Aquesta fugida em dóna un benestar que em dura tot el dia", diu. La poesia està per tot arreu.

Rémy Oudghiri, sociòleg. Tinc 49 anys. Visc a la perifèria de París. Casat, tinc una filla. Sóc director general adjunt de Sociovision, em dedico a fer enquestes sobre les maneres de vida de la gent. El repte de la societat de el futur és reduir la contradicció entre els valors i els actes. Crec en la literatura, l'art i la bellesa. . L'ha entrevistat Ima Sanchís a la Vanguardia.

Para ser, tienes que dejar de ser muchedumbre”


Contemplar el amanecer es una gran experiencia y una pequeña fuga de la realidad, pero compruebo que la gente no lo hace; si lo hicieran más, el mundo sería diferente.

¿Usted también es fan de la huida?

Si quieres acercarte a lo que el mundo puede ofrecerte tienes que huir, huir de la presión social, de las convenciones...

Huir: una fantasía recurrente.

La gente sueña con ello, lo veo en las encuestas, hay una fascinación por la huida, por renunciar incluso al prestigio, a sus normas y reglas y rituales, dejar de dar importancia al qué dirán. Se trata de huir para encontrar, pero pocos lo ponen en práctica.

El sueño de la huida atraviesa los siglos.

Sí, desde la antigüedad, pero sólo ciertos escritores, monjes, filósofos o aventureros la han llevado a cabo de manera radical.

Para ellos huir es comenzar a ser.

Dejas de ser, o de pretender ser, lo que la sociedad espera de ti, para ser lo que sientes profundamente. Muchos han huido a la naturaleza para encontrar una vida más auténtica.

¿Lo que hemos construido no nos parece auténtico?

En la ciudad hay demasiada gente, demasiada presión. Hemos transformado nuestras vidas en vidas sociales y nos hemos alejado de lo que realmente somos.

Pero somos seres sociales.

Una buena sociedad es aquella en la que cada individuo puede ser él mismo y compartir esa riqueza con los otros. Para vivir verdaderamente en sociedad primero debes huir. Mi idea de la huida no es huir para siempre sino huir para conectar contigo y después conectar con los otros.

Para Petrarca ciudad era igual a multitud.

Decía que la ciudad es gregaria, conformista, borreguil, que tiene el juicio en los talones, que la multitud siente fascinación por el destello de las apariencias, nunca por el fulgor de la verdad.

No le falta razón.

Petrarca ya analizaba la tiranía que ejerce la multitud sobre la libertad individual. Vivir en las ciudades es dejar de pertenecerse y renunciar a conocerse. “Quien no vive de acuerdo consigo mismo –decía– es propenso a no estarlo con nadie”.

Es muy actual.

Sí, y lo escribió hace seis siglos. “Me retiro del mundo, pero al hacerlo me abro a él”, decía. No se trataba de huir para alejarse del mundo sino para acercarse a él. Si no te tomas el tiempo de conocerte, la relación con los otros será pobre.

Usted propone pequeñas huidas.

Yo propongo la fuga, que es una huida corta. Es curioso porque la huida se asocia a la cobardía, y es lo contrario, es un compromiso. Rousseau defendía que la huida es el camino que conduce a la verdad individual. “Quien no huye no es, no puede llegar a ser; para ser hay que huir”.

¿Huir para renacer?

Para Rousseau la necesidad humana de volver a la naturaleza, de confundirse poco a poco con el paisaje, es un renacimiento. “Haz como yo: rompe con el exterior, vive como un oso, envíalo todo a la mierda, a todo y a ti al mismo tiempo, todo menos tu inteligencia”, decía Flaubert.

Vivimos en una sociedad que te vende que somos libres.

Es una presión sin rostro, es el sistema que hemos construido, un mecanismo ciego, sin alma, que exige el crecimiento perpetuo y la alienación. La huida es una manera de decir: no quiero ser una pieza del mecanismo.

La imaginación es otra manera de huir.

El especialista en biología del comportamiento Henri Laborit defendía que la huida es una condición del bienestar, y que esa huida tiene que ver con la imaginación. Sostenía que todo individuo posee la facultad de aislarse del mundo social gracias a la imaginación.

Una facultad inalienable.

Afirmaba que en esta sociedad sometida a los mezquinos juegos de la dominación nadie está a salvo de sufrir daños psicológicos, y que cuanto más rico y diverso sea nuestro mundo imaginario, más fácil nos resultará sustraernos a las influencias exteriores.

¿Defendía estar sin estar?

Sí, defendía que para ser feliz en este mundo es tan importante estar en él como evitarlo. La vida es un vaivén entre esos dos mundos, y la huida es una apertura, un portal, una escotilla...

Entonces, la huida no es un fin en sí mismo.

Es sólo un medio, un puente que hay que cruzar y que nos lleva de vuelta al mundo. Deambular sin más por las calles de una ciudad puede producirnos un placer insospechado, es vivir de otra manera el mismo mundo que conocemos, percibirlo con una mirada limpia.

Cioran nos dice otra cosa.

“Sólo quien se pone al margen de todo, quien no hace lo que los demás, conserva la facultad de comprender realmente”. Es la crítica de la muchedumbre, si estás en ella no ves nada, tienes que retirarte y entonces ves.

¿Qué ha aprendido usted en sus fugas?

Lo primero, la paradoja de huir para ser, la imperiosa necesidad de esas pequeñas fugas a lo largo del día; y lo segundo, que hay que emanciparse de esta prisión social que se ha amplificado en las dos últimas décadas con internet, el big data y la inteligencia artificial, esa red universal ciega y sin control que te controla.