Aquest artícle pertany a la serie de ficció 'Especies Urbanas', de la vanguardia del diumenge: El seu autor és John William Wilkinson. L'he deixat en castellà, atès la Vanguardia no el va traduïr al català al seu dia, en una mostra més de la deixadesa en que té la seva pàgina web en català, que sembla que els faci nosa del poc que la cuiden.


"El señor Li ha decidido volver a China. Sólo lleva seis meses en Barcelona como huésped de honor en el amplio piso que su hija comparte con su marido -un hombre cabal- y sus dos hijitas, pero ya no aguanta más. No por su familia, pues los cuatro se desviven por él, sino más bien porque además de no comprender gran cosa de las costumbres de aquí, le resultan cada vez más desagradables, cada vez más hoscas y carentes de sentido. Recorre esta sociedad una inmensa falta de respecto, máxime para con la gente mayor.
Durante las primeras semanas se pasaba muchas horas en la verdulería familiar. Puesto que no entendía lo que decían los clientes, se limitó a observarlos, ya que su hija le tenía prohibido ayudar en la tienda. Le decía que ya bastante había trabajado y que ahora le tocaba descansar y disfrutar de los años de vida que le quedaban, que ojalá fuesen muchos.

No tardó en percatarse el señor Li de que no eran pocos los que miraban a su hija con indisimulado desdén. Tampoco escaseaban los que hurtaban productos con total descaro, aunque sólo fuese una cabeza de ajos o un par de limones. Al parecer era práctica común entre los barceloneses manosear la fruta; su hija a menudo se veía obligada a retirar las piezas que habían perdido todo valor de tan mogolladas que quedaban tras ser estrujadas con excesiva fuerza.
El señor Li se quedó estupefacto el día que su hija le sirvió un cuenco de pasta en forma de gruesos espirales. Jamás había visto cosa tan extraña. Es italiana, le informaron sus nietas, animándole a probar el humeante plato. Pero lo que más le preocupaba no era semejante aberración culinaria, pues lo cierto es que no estaba nada mal. Lo que le inquietaba al anciano señor Li era el comportamiento de sus nietas; su manera de vestir; sus evidentes lagunas lingüísticas; la actitud desafiante que adoptaban hacia sus padres sin motivo aparente. Un día les pidió le tradujesen las pintadas que alguien había hecho en la fachada de la tienda y algunas de las otras que había por todo el barrio. Desobediencia. Rabia. Fuera turistas. Libertad. Anarquía. Una vez más, el señor Li se quedó desconcertado. Esto no era un ambiente adecuado para sus nietas. Pero nada dijo. ¿Para qué?

La peor hora del día para el señor Li es la del desayuno. Su hija anda siempre demasiado ajetreada como para ponerse a preparar un desayuno como Dios manda. Él rehusó desde el primer día probar siquiera el café o los bollos industriales que había sobre la mesa. Éstos son los momentos cuando más echa de menos a su difunta esposa: ella le habría servido una deliciosa sopa aderezada con abundante cilantro seguida de algo de pescado con verduritas perfumadas con ajo y jengibre.
Ya que no había manera de desayunar en la casa de su hija, salía a callejear, a ver si daba con algún puesto que servía comida aceptable a su paladar. Pero era inútil: aquí la gente no sabe comer, y lo que es peor, no sabe desayunar. Volvía cada mañana de su infructuoso paseo sumido en una espesa melancolía que invariablemente le acompañaba durante el resto del día. Se sentaba junto a la puerta de la tienda e imaginaba la calle llena de puestos de comida… las aromas, las nubes de vapor, las miles de personas hablado y riendo mientras degustan extasiados alguno de los exquisitos manjares que tanto les alegra la vida. Cuán tristes y eriales son las mañanas en Barcelona.
Ha aguantado seis meses y ya no puede más. Vuelve a China a principios de octubre; ya ha sacado el billete. Aquí su hija y su yerno ganan dinero a base de incontables horas de trabajo, pero salen perdiendo en todo lo demás. Lo siente sobre todo por sus nietas. Le entristece sobremanera pensar que dentro de unos años también a él le faltaran el respecto o que, lo más seguro, no sabrán expresarse en un correcto mandarín.
Sabe perfectamente que se marchará entre lágrimas. Mas tras acomodarse en el asiento y con el cinturón bien abrochado, se pasará todo el vuelo soñando con el desayuno que se va a pegar nada más llegar a casa, a su verdadera casa, en el puesto callejero de la señora Yang cuya sopa de manos de pollo no tiene parangón, por no hablar de los fideos picantes o las bolitas de rana… o…

Tal vez sea el señor Li un egoísta. Lo único que sabe es que una vida que carece de algo tan fundamental como es el poder comenzar el día con un desayuno como los de la señora Yang, pues sencillamente no merece la pena ser vivida. Qué le vamos a hacer. Además, China tendrá su defectos, de acuerdo, pero allí encontrarían sus nietas un futuro mejor, mientras que aquí lo que les espera es ir hundiéndose en un fangoso pasado ficticio."