¿Es podia al Madrid bipolar dels anys trenta ser de dretes, molt de dretes, i no quedar seduït per l'esvàstica? La resposta és Antonio Bermúdez Cañete, un periodista "intolerable" per Goebbels.

"Antonio Bermúdez Cañete, periodista cordobés, es una historia sensacional en la Europa suicida de entreguerras. Atraído por el ideal, fue el primero en traducir al español capítulos de Mein Kampf . Pero acabó tropezando con la realidad, no se calló y Goebbels acabó por expulsarlo de Berlín. Con Rosa Sala Rose, descubrí su figura en los archivos de Berlín al escribir juntos, hace unos años, El marqués y la esvástica. César González Ruano y los judíos en el París ocupado. Y me impresionó. Como corresponsal del diario madrileño El Debate , a Bermúdez Cañete le entusiasmó la llegada en 1933 de Hitler al poder, enviando crónicas de simpatía hacia los nazis y desprecio hacia los judíos.

“Es un progreso que un católico austriaco [Hitler] proclame, ante el entusiasmo delirante de Prusia, que está por la paz interior y exterior, por la lucha contra el materialismo, por la iglesia cristiana y una labor de protección a los pobres”.
“Viendo que la campaña semítica mundial sigue contra Alemania, el Reich anuncia esta noche por bocas oficiales que, de seguir la hostilidad, se defenderán de los judíos boicoteando sus negocios. [...] Contra los tanques y los aviones, un pueblo se puede defender. Contra el capitalismo judío y la intelectualidad masónica, no hay protección posible”.
Pero algo se cruzó entre los ideales políticos de Bermúdez Cañete y su bloc de notas: la realidad. La realidad y un reportero, él, que los propios nazis, casi asombrados, calificarían de periodista que se posiciona “partiendo de su conciencia y de su modo de hacer las cosas”.

La conciencia, en su caso, nacía de una profunda fe católica y de un instinto de reportero, primario, de esos que agarran la libreta y se plantan en el lugar de los hechos. No fue un cambio súbito. Mantuvo un pulso interno, con meses de dudas entre el ideal y la realidad. Pero la libreta de periodista se acabó imponiendo.

Denunció cada vez con más fuerza el hostigamiento de los nazis al sector más crítico –minoritario– de los católicos alemanes. Y, a partir del dolor católico, entendió el dolor judío. El embajador alemán en Madrid envió su primera luz roja a Berlín en febrero de 1934, exigiendo reiteradamente una “dura advertencia” contra el corresponsal. Pero Bermúdez Cañete no se achantó y empezó a denunciar el acoso a los judíos.

“Con intensidad creciente, jefes y jefecillos del racismo están realizando una ofensiva cultural contra el cristianismo, contra los judíos y contra la prensa”. “La revista del jefe fascista del distrito de Franconia ha publicado un número especial contra los judíos destinado a probar que beben sangre humana”.

El corresponsal llegó a denunciar en una crónica haber sufrido constantes ataques de los “extremistas del racismo” a su “religión y meridionalidad”. La embajada del Tercer Reich en Madrid, encendida, leía con lupa cada una de sus crónicas y Bermúdez Cañete quedó sentenciado por la que publicó el 18 de enero de 1935, tras un discurso radiado por Hitler. “Como se le notaba la voz muy ronca, la gente anda diciendo que padece un cáncer en la garganta. Doy esta versión sólo a título pintoresco y sin que, naturalmente, pueda responder de su exactitud”.

La combinación de estas palabras –“Hitler”, “cáncer” y “pintoresco”– enfureció a los nazis. La embajada informó a Berlín y, ese mismo día, recibía por telegrama la decisión: “El Ministerio de Propaganda desea expulsión de Bermúdez Cañete”.

Seis días después, un policía se presentó en su domicilio berlinés y le entregó la orden de expulsión, en el término de ocho días, por “actividades contra el Estado”. El corresponsal intentó sin éxito retrasarla alegando que su esposa –Augusta Orth, bávara– se recuperaba del nacimiento de su primer hijo. “El ministro del Reich, doctor Goebbels, ha decidido que un nuevo aplazamiento de la expulsión resulta intolerable. Heil Hitler! ”.

Su última crónica es sensacional. Se plantó en el Sportpalast de Berlín para ver al ministro de Propaganda manipular a las masas. “A Goebbels le atrae su público como una chica bonita el espejo. [...] El cronista sufre lo indecible viendo a estos buenos nórdicos arrastrados hasta el delirio por un orador típicamente mediterráneo. [...] El nacionalsocialismo ha sabido infundir al obrero la conciencia de que antes que obrero es alemán y antes que necesitado es patriota. El aplauso máximo estalló cuando afirmó que los salarios son bajos porque se está trabajando para la libertad; entiéndase en los armamentos. [...] En Múnich se ha inaugurado una campaña demagógica de boicot contra los judíos. La SA [milicia de asalto], apostada ante las tiendas, impide que se compre en ellas”.

Tras su expulsión, fue corresponsal de El Debate en París y cubrió la guerra de Abisinia. Poco antes de la Guerra Civil fue elegido diputado por la CEDA, alianza de partidos católicos de derechas. El 20 de agosto de 1936 fue detenido por las patrullas republicanas en Madrid y encerrado en la checa de Bellas Artes. Al día siguiente lo sacaron para darle el paseíllo. Se resistió y en la calle, frente a Bellas Artes, fue asesinado a tiros.

Hoy sábado hace 85 años.

–Saquearon nuestra casa. Todo lo que nos quedó de mi padre fue un armario con libros –me dijo su hija Lola.

En 1949, Augusta Orth fue con sus dos hijos a pasar el verano a Múnich.

–Vi a los soldados americanos muy gordos. Supongo que era porque los alemanes estaban muy delgados –recordaba.

–Háblame de los alemanes –le pedí.

–En las colas, la gente hablaba sola.

Expulsado por Hitler y asesinado por los republicanos  - CABARET VOLTAIRE - PLÀCID GARCIA-PLANAS