No es la primera vegada que publico un article de Thierry Meyssan de la Red Voltaire. En un conflicte com el d'Ucraïna convé escoltar quantes versions millor, per fer-se una idea encara que sigui remota de que està passant realment i per què està passant. Meyssan rebla en algunes de les causes. sempre des de la seva visió russófona, tan poc objectiva com la de qualsevol altre, però val la pena llegir-lo. Al final hi ha l'enllaç per llegir l'article sencer publicat pel digital xilé, descontexto.

El Nuevo Orden Mundial que nos preparan con el pretexto de la guerra en Ucrania

Rusia sabe que Estados Unidos quiere sacarla de la escena y está previendo una ‎eventual ‎invasión/destrucción. El territorio de Rusia es inmenso pero su población, en relación ‎con ‎su enorme superficie geográfica, no es numerosa, lo cual dificulta su defensa. Desde ‎el siglo ‎XIX, Rusia ha sabido defenderse evadiendo al enemigo. Cuando Napoleón –en el siglo ‎XIX– y ‎Hitler –en el siglo XX– la invadieron, Rusia desplazó su población hacia el este y quemó ‎sus ‎propias ciudades antes de la llegada del invasor. Los invasores se vieron así en la ‎imposibilidad de ‎aprovisionar sus tropas, tuvieron que enfrentar el invierno sin lo necesario y ‎finalmente se vieron ‎obligados a retirarse. Esa estrategia defensiva de «tierra quemada» ‎funcionó porque Napoleón y ‎Hitler no tenían bases logísticas cerca de Rusia. ‎

Hoy en día, la Rusia moderna sabe que el almacenamiento de armamento estadounidense ‎cerca ‎de sus fronteras –en el centro y el este de Europa– conspira contra su estrategia defensiva. ‎Es ‎por eso que, en el momento de la disolución de la URSS, Rusia precisó que ‎la OTAN ‎nunca debería extenderse hacia el este. Conocedores de la Historia, el presidente ‎francés ‎Francois Mitterrand y el canciller alemán Helmut Kohl, exigieron entonces a sus ‎aliados ‎occidentales que aceptaran ese compromiso. Durante la reunificación alemana, ‎redactaron y ‎firmaron un tratado que garantizaba que la OTAN nunca cruzaría la línea Oder-‎Neisse, o sea la ‎frontera germano-polaca. ‎

Rusia obtuvo que ese compromiso quedara registrado en las declaraciones de la OSCE ‎emitidas ‎en Estambul (1999) y en Astaná (2010). Pero Estados Unidos violó ese principio

- en 1999 (incorporación de Chequia, Hungría y Polonia a la OTAN)

- en 2004 (incorporación de Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia),‎

- en 2009 (incorporación de Albania y Croacia),‎ en 2017 (incorporación de Montenegro) y, más recientemente,

- en 2020 (incorporación de Macedonia del Norte). ‎

El problema no es que esos países se hayan aliado a Washington sino que almacenan ‎armamento ‎estadounidense en sus territorios. Nadie critica que esos Estados hayan escogido sus ‎aliados, ‎lo que Moscú les reprocha es que están sirviendo a Estados Unidos como bases en ‎la ‎preparación de un ataque contra Rusia.

En octubre de 2021, la «straussiana» Victoria Nuland [6], número 2 del ‎Departamento ‎de Estado, viajó a Moscú para intimar a Rusia a aceptar el despliegue de ‎armamento ‎estadounidense en el centro y el este de Europa. Comenzó prometiendo que ‎Washington ‎invertiría en Rusia. De las promesas la señora Nuland pasó a las amenazas y, como ‎Moscú ‎mantenía su posición, concluyó que Washington pondría al presidente Putin ante un ‎tribunal ‎internacional. Después de ponerla a ella en la calle, Moscú respondió –el 17 de diciembre– ‎enviando a ‎Washington una proposición de tratado que garantizaría la paz sobre la base del ‎estricto respeto ‎de la Carta de las Naciones Unidas. Y esa es la causa de la tormenta actual ‎porque respetar la ‎Carta de la ONU –basada en el principio de la igualdad y la soberanía de ‎los Estados– implicaría ‎tener que reformar la OTAN, cuyo funcionamiento establece ‎precisamente una jerarquía entre ‎los países miembros de esa alianza bélica. Atrapado en la ‎‎«trampa de Tucídides», ‎Estados Unidos fomentó los actos que llevaron a la actual guerra ‎en Ucrania. ‎

La manera de actuar de los anglosajones ante la crisis ucraniana encuentra toda su lógica ‎si ‎admitimos que su intención excluir a Rusia de la escena internacional. No tratan de ‎rechazar ‎militarmente al ejército ruso, tampoco tratan de coartar la acción del gobierno ruso sino ‎que ‎están empeñados en hacer desaparecer toda huella de la cultura rusa en Occidente. Y ‎de paso, ‎debilitan a… la Unión Europea. ‎

Comenzaron congelando los bienes de los oligarcas rusos en Occidente –medida que la ‎población ‎rusa aplaude porque considera que esos individuos se enriquecieron ilegalmente con el ‎saqueo de ‎la Rusia postsoviética. Después, los anglosajones impusieron a las empresas ‎occidentales el cese ‎de sus actividades en Rusia. Siguieron adelante cortando la comunicación ‎entre los bancos rusos y ‎los bancos occidentales a través del sistema SWIFT. Pero, si bien los ‎bancos rusos se ven ‎duramente afectados por esas medidas –que sin embargo no afectan al ‎gobierno ruso–, ‎lo interesante es que el cese de la actividad de las empresas occidentales ‎en Rusia en realidad ‎está beneficiando a Rusia al permitirle recuperar sus inversiones a ‎bajo costo. ‎

Por cierto, la Bolsa de Moscú, que estuvo cerrada desde el 25 de febrero –el día siguiente al ‎inicio ‎de la «operación militar especial» en Ucrania– hasta el 24 de marzo, registró una ‎fuerte ‎progresión en cuanto reinició sus operaciones. El índice RTS retrocedió el primer día en ‎un ‎‎4,26%, pero ese es el índice que mide principalmente valores especulativos. En cambio, el ‎índice ‎IMOEX, que mide la actividad económica nacional, registró un alza de 4,43%. ‎Los verdaderos ‎perdedores resultan ser los países miembros de la Unión Europea, que cometieron ‎la estupidez de ‎adoptar las «sanciones» contra Rusia.

Ya en 1991, Paul Wolfowitz, otro «straussiano», escribía en un informe oficial que ‎Estados Unidos ‎tenía que impedir que alguna potencia lograra desarrollarse hasta convertirse en ‎un competidor ‎para la gran potencia estadounidense. En aquella época, la URSS estaba en ruinas ‎y Wolfowitz ‎designó a la Unión Europea como el rival potencial que Estados Unidos tendría que ‎abatir [7]. ‎

Y eso fue exactamente lo que el propio Wolfowitz hizo en 2003, cuando se convirtió en ‎el ‎segundo personaje más importante del Pentágono. Paul Wolfowitz prohibió que ‎Alemania ‎y Francia pudiesen participar en la reconstrucción de Irak [8]. De eso hablaba también Victoria ‎Nuland, en 2014, cuando ‎instruyó al embajador estadounidense en Kiev «¡Que le den por ‎el culo a la Unión Europea!» ‎‎ [9]. ‎

Ahora, en 2022, Washington ordena a la Unión Europea poner fin a sus compras de ‎hidrocarburos ‎rusos. Si la UE se pliega a ese dictado, Alemania se irá a la ruina, y con ella el resto de la Unión ‎Europea. Eso no sería un «daño colateral» sino el resultado de una estrategia ‎estructurada y ‎claramente expresada en Washington hace 30 años. ‎

Lo principal para Washington es excluir a Rusia de todas las organizaciones internacionales. ‎Ya ‎logró excluirla del G8 en 2014. El pretexto entonces no era la independencia de ‎Crimea ‎‎–independencia que la población de Crimea ya reclamaba desde la disolución de ‎la URSS, ‎meses antes de que Ucrania fuese independiente– sino la incorporación de esa península ‎a la ‎Federación Rusa.

Ahora, en 2022, la crisis alrededor de Ucrania sirve de pretexto para tratar ‎de ‎excluir a Rusia del G20. Ante esa pretensión, China señaló inmediatamente que nadie puede ‎ser ‎excluido de un foro informal que ni siquiera tiene estatutos de membresía [10]. Pero ‎no importa, ‎el presidente estadounidense Joe Biden volvió a la carga sobre ese tema el 24 y el ‎‎25 de marzo, ‎mientras se hallaba en Europa. ‎

Washington también multiplica los contactos para excluir a Rusia de la Organización Mundial ‎del ‎Comercio (OMC). Pero los principios básicos de la OMC ya están siendo ‎gravemente ‎cuestionados, no por Rusia sino por las medidas coercitivas unilaterales que ‎Occidente instaura ‎bajo la denominación de «sanciones». El hecho es que sacar a Rusia de la ‎OMC sería perjudicial ‎para todos. Y sobre ese punto es conveniente releer los escritos de Paul ‎Wolfowitz, quien ‎escribía en 1991 que Washington no tiene que tratar de ser «el mejor» sino ‎‎«el primero», ‎por encima de los demás. Eso implica, precisaba Wolfowitz, que para mantener ‎su hegemonía ‎Estados Unidos no debe vacilar en sufrir cierto daño… con tal de que los demás ‎salgan mucho ‎más perjudicados. Estamos a punto de convertirnos en víctimas de esa manera de ‎‎«razonar». ‎

Lo más importante para los straussianos es excluir a Rusia de las Naciones Unidas. ‎Eso es ‎imposible… si se respeta la Carta de la ONU. Pero Washington no vacilará en pisotear ‎ese ‎documento, como ya lo ha hecho con tantos otros. Salvo unas pocas ‎excepciones, ‎Estados Unidos ya ha entrado en contacto con todos los países miembros de ‎la ONU. Ya ‎permeados por la propaganda anglosajona, casi todos están convencidos de que un ‎Estado ‎miembro del Consejo de Seguridad de la ONU ha emprendido una guerra de conquista ‎contra un ‎país vecino y Washington podría alcanzar su objetivo si logra convocar una Asamblea ‎General ‎extraordinaria de la ONU y modificar los estatutos de la organización. ‎

Una especia de histeria se ha apoderado de Occidente, donde se ha desatado una forma ‎de ‎cacería de brujas contra todo lo ruso, sin que alguien se tome el trabajo de preguntarse ‎si eso ‎tiene algo que ver con la crisis ucraniana. Se prohíben las actuaciones de artistas rusos, ‎aunque ‎sean notoriamente contrarios al presidente Putin. La universidad X prohíbe el estudio de ‎las obras ‎del escritor antisoviético Solzhenitsin mientras que la universidad Y prohíbe el estudio ‎de ‎Dostoievski –el campeón del debate y del libre arbitrio. Por acá, se cancela la actuación de ‎un ‎director de orquesta… porque es ruso y más allá se suprimen las obras de Chaikovski ‎del ‎repertorio de las orquestas. Todo lo que es ruso tiene que desaparecer de nuestras mentes, ‎como ‎cuando el Imperio Romano arrasó Cartago y destruyó metódicamente toda huella de ‎su ‎existencia, tanto que aún hoy no sabemos gran cosa sobre aquella civilización. ‎


El 21 de marzo, el presidente Biden dejó muy claro lo que Washington pretende. Ante un ‎auditorio ‎de jefes de empresas, Biden declaró:

«Es el momento de que las cosas cambien. Habrá un Nuevo Orden Mundial y nosotros ‎tenemos ‎que dirigirlo. Y tenemos que unir el resto del mundo libre para hacerlo». ‎‎ [11] ‎

Ese nuevo orden [12] dividiría el mundo en dos bloques herméticos, sería un corte como ‎no se ha ‎visto nunca antes, como no se ha visto ni siquiera en la época de la guerra fría. ‎

Algunos países, como Polonia, creen aun así tendrían algo que ganar con esa ‎división. ‎Por ejemplo, el general polaco Waldemar Skrzypczak acaba de reclamar que el enclave ‎ruso de ‎Kaliningrado sea puesto en manos de Polonia [13]. Y, en efecto, después de la división del mundo, ¿cómo podrá Moscú comunicarse con ese ‎territorio?

«El Nuevo Orden Mundial que nos preparan con el pretexto de la guerra en Ucrania», de Thierry Meyssan - del blog descontexto. - red voltaire.



[1] Ver el noveno ‎artículo de esta ‎serie: «Banda de drogadictos y de neonazis», 6 de marzo de 2022.

[2] «La ley racial ucraniana», Red Voltaire, 4 ‎de marzo de 2022.

[3] «La red antirrusa de propaganda de ‎guerra», Red Voltaire, 25 de marzo de ‎‎2022.

[4] «Allégation de ‎génocide au titre de la Convention pour la prévention et la répression du crime ‎de génocide», ‎Ordonnance, Cour internationale de Justice, 16 de marzo de 2022.

[5] «The Thucydides Trap: Are the U.S. and China Headed for War?», Graham T. Allison, The Atlantic, 24 de septiembre de 2005.

[6] Para entender quiénes son ‎los ‎‎«straussianos», ver el octavo artículo de esta serie «Vladimir Putin en guerra contra los 'straussianos'», 5 de marzo de 2022.‎

[7] Ese ‎informe Wolfowitz fue revelado en el artículo «US Strategy Plan Calls For Insuring ‎No Rivals ‎Develop», de Patrick E. Tyler y publicado en el New York Times, el 8 de marzo ‎de 1992. Ver ‎también los fragmentos publicados en la página 14: «Excerpts from Pentagon’s ‎Plan: 'Prevent the ‎Re-Emergence of a New Rival'». Información complementaria aparece en ‎‎«Keeping the US First, ‎Pentagon Would preclude a Rival Superpower», Barton Gellman, The ‎Washington Post, 11 de ‎marzo de 1992.

[8] «Instructions et ‎conclusions sur les ‎marchés de reconstruction et d’aide en Irak», por Paul ‎Wolfowitz, Réseau ‎Voltaire, 10 de diciembre de 2003.

[9] «El texto íntegro de la intercepción telefónica. Conversación entre la secretaria de Estado adjunta y el embajador de Estados Unidos en Ucrania», por Andrei Fomin, Oriental Review (Rusia), ‎‎Red Voltaire, 8 de febrero ‎de 2014.

[10] «China se pronuncia contra una eventual exclusión de Rusia ‎del G20‎», Red Voltaire, 23 de marzo de 2022.

[11] «Remarks by President ‎Biden Before Business Roundtable’s CEO Quarterly Meeting», White House, ‎‎21 de ‎marzo de 2022.

[12] «Historia del “Nuevo Orden Mundial”», por Pierre ‎Hillard, ‎‎Red Voltaire, 7 de agosto de 2010 y «El proyecto de Nuevo Orden Mundial tropieza con las realidades geopolíticas», por Imad Fawzi Shueibi, Red Voltaire, 18 de agosto de 2012.

[13] «Polonia reclama Kaliningrado», Red Voltaire, 26 de marzo de 2022