António Lobo Antunes, ¿Edat? He passat la meningitis, la tuberculosi, una guerra a Angola, càncer de còlon i un altre càncer... Com més vell em faig, més futur tinc. Sóc portuguès. Sóc escriptor: si fos Déu, canviaria la Bíblia. Començo una altra novel·la ara... No sé si l'acabaré, però tampoc sé fer una altra cosa. Com va veure la mort a la selva d'Angola, on va ser soldat; i a l'hospital oncològic, on va ser pacient, Lobo Antunes parla d'ella com d'una vella amiga que comparteix amb la literatura: "Quan t'estàs morint, descobreixes que escriure és l'única cosa important, perquè és el que quedarà de tu; però també que, en el fons, és irrellevant, perquè el que de veritat vols és viure. Saps que l'única eternitat a què pots aspirar és la d'una novel·la, però que no és la classe d'eternitat que necessites en aquests moments". La seva obra és com la seva xerrada, una meditació sobre l'existència, descarnadament realista, però amb espai per a l'humor. "El que més em fastigueja de morir-me -sentència al final- és perdrem el diari de demà i no poder llegir la meva esquela". Lluís Amiguet l'ha entrevistat a la contra de la Vanguardia. L'entrevista la deixo en castellà, és que la Vanguardia descuida molt el seu diari digital en català, va sempre un parell de dies tard i la Contra ni tan sols hi surt. És una llàstima, però es veu que poc l'importa a Jordi Juan vicedirector, que n'és el responsable.

"Le veo muy sano y nos alegramos.

Sí, parece que he matado ya dos cánceres. Y son una cosa horrible.

¿Le han enseñado algo?

La enfermedad distingue a los príncipes de los impostores. Y yo vi a gente muy humilde muriéndose a mi lado con una entereza encomiable. Y admiré y envidié su dignidad ante la muerte, que es donde se adquiere la nobleza: mucho más que en la cuna.

Usted, además, escribía.

Ante la muerte no sientes nada: descubres el vacío ese día en que te das cuenta de que no sólo los demás mueren. Y lo que te parecía importante, de repente, es una tontería y al revés. Escribir se convierte en lo único relevante y, al mismo tiempo, en lo más irrelevante.

Además de enfermo de cáncer, usted ha sido médico y soldado.

Me hice médico porque era de una familia de médicos, y fui a la guerra, porque me tocó ir a Angola. Y fui allí oficial en la jungla.

¿Qué le enseñó la guerra?

Que no puedes ser escritor si no has sido antes persona y has sufrido con los demás.

Y vivió la revolución de los claveles.

Sólo fue la iniciativa de un puñado de oficiales, pero conectaron con el sentir del pueblo.

¿Cómo se lleva con la Portugal de hoy?

Me sorprende ser tan famoso y querido.

Algo habrá escrito usted.

A veces pienso que vivimos una época que admira a sus escritores sin leerlos y sólo a algunos hasta leyéndolos.

¿No le gusta que le quieran?

Todo el mundo te saluda y te trata con cariño. Y lo agradezco, pero... No tienes vida privada.

¿Le falta a usted intimidad?

Bueno, los portugueses hablamos menos que los españoles, y las portuguesas, mucho menos que las españolas. Y aun así...

¿Qué...?

Que si quieres salir con una mujer, en Lisboa, para mí es muy complicado.

¿En qué nos ve diferentes?

Las españolas se arreglan más. Pero eso es sólo maquillaje. En fin, en Portugal el clima es bueno y me quieren, pero no me haga ser patriota; no me gustan los patriotismos. Todos somos más iguales de lo que estamos dispuestos a aceptar.

¿No ve a los españoles más guerracivilistas y enfrentados que los portugueses?

En Portugal se mata como aquí: muy bien. Y hemos tenido nuestras guerras. Pero es cierto que mi padre, por ejemplo, y muchos otros intelectuales portugueses quisieron recuperar la unión con España.

Aquí se habla más de la desunión de España que de la unión con Portugal.

Pues tendría mucho sentido unirnos todos. ¡Qué gran país hubiera sido el ibérico!

Su política es menos agresiva también.

El otro día se reunieron cuatro expresidentes de la República para cenar conmigo. Fue un homenaje magnífico. Y mis amigos españoles, franceses e italianos me decían que en sus países hubiera sido impensable una cena así.

Les doy la razón.

Y en Portugal tampoco entendemos lo que pasa con Catalunya.

¿Qué es lo que no entienden?

¿Sabe? A los portugueses, Puigdemont nos parece un cobarde.

¿Por qué?

Porque no entendemos que haya huido después de haber comprometido a tanta gente. Para lograr defender tus ideas y cambiar un país hay que quedarse; no irse. ¿Los catalanes quieren mucho a Puigdemont?

Una parte, sí; y le votan.

A ustedes en España les falta ahora el carisma de líderes capaces de unirles y no de atizar los enfrentamientos para aprovecharse de ellos.

¿Líderes con carisma como quién?

Tuvieron ustedes magníficos líderes. Los portugueses admirábamos a Suárez, porque en Portugal decimos que tienes que poner tus cojones donde pones tus ideales. Y... ¡qué valor tuvo Suárez el 23-F frente a los golpistas!

Ni a él ni a Gutiérrez-Mellado se les puede negar que tuvieron valor.

¿Por qué no recuperan aquel espíritu? Era un heroísmo para la paz y la concordia que admiramos mucho en Portugal.

¿En qué se parecen nuestras literaturas además de en ser ibéricas?

Yo diría que tenemos magníficos poetas, pero no tan buenos novelistas. Veamos el XIX: fíjese sólo en Rusia: Tolstói, Chéjov, Dostoyevski, Gógol, Lérmontov, Turguénev; y en Francia, Proust y Céline, aunque era antisemita. Y en Alemania, otros tantos, aunque Tomas Mann no sea tan entretenido.

¿Qué poetas ibéricos, entonces?

Camões y Quevedo. Quevedo, como decía Borges, no es un escritor: es una literatura. Y déjeme tener una debilidad muy personal por Gustavo Adolfo Bécquer. Y otra, desde la fraternidade de la misma lengua, por Rosalía de Castro, gallega, luego portuguesa.

Sea.

Y novelistas hoy, mi amigo Marsé o Javier Marías y Sánchez-Ferlosio... Excepcional. Me decía de Carmen Martín Gaite, su mujer, que era “la única viuda que tenía al muerto en casa”... Era tremendo."