Paolo Gerbaudo, professor del 'King's College'; autor de 'The great recoil' (El gran retrocés). 41 anys: visc a Londres i la pandèmia em fa descobrir ara que també estem presos del lloc: amb prou feines hi ha vols a la meva Itàlia. El president Giuseppe Conte ens ha donat una alegria i amb la seva bona gestió de tecnòcrata s'ha independitzat de Salvini. Col·laboro amb Palau Macaya La Caixa.

No passa dia sense que algun col·lectiu demani ajuda al seu Estat en tots els seus nivells per suportar la pandèmia. Ningú sosté ja que l'Estat és el problema, perquè avui apareix com l'única solució. I si es qüestiona la seva eficiència, és perquè es requereix la seva existència. Gerbaudo creu que aquest neoestatalisme no és d'esquerres, sinó el pont dels més rics per mantenir les seves prerrogatives i propietats segures fins a la recuperació de la pandèmia. En qualsevol cas, només qui obté protecció de l'Estat li brinda obediència, com va teoritzar Hobbes, i qui no l'obtingui es rebel·larà. D'aquí que a Espanya i Itàlia tot siguin carreres ara per reforçar les administracions i invertir en serveis públics amb el beneplàcit d'esquerres i dretes, pel compte que els té... - la contra de l'avantguarda.


Qué nos enseña lo que vivimos?

Que esta pandemia es otro capítulo de la crisis de la globalización, que empezó con la recesión en el 2008, y ahora topa con el calentamiento global, que ha dejado inoperante el modelo globalizador clásico.

¿La globalización no ha sacado también del hambre a millones de personas?

Pero el horizonte neoliberal ya no consigue explicar, y menos aún gestionar, sus propias crisis. Es parecido a lo sucedido en los años setenta cuando el paradigma keynesiano fue incapaz de explicar la recesión y remediarla.

Pero hoy se vuelve a insistir en grandes inversiones públicas keynesianas.

Me refiero a que cuando las tasas de interés ya no se pueden bajar, porque están a cero, y la inflación también, pero el paro se dispara, los instrumentos clásicos de la doctrina económica liberal ya no funcionan.

¿Y no funcionarán de nuevo cuando acabe la pandemia y vuelva la actividad?

Veremos, pero mientras lo que hay es una ingente masa de capital especulativo cuyos gestores no saben dónde invertir, y así acaban sobrevalorando las tecnológicas...

¿De ahí la burbuja digital?

Claro, pero lo que resulta novedoso es el neoestatalismo que domina todos los escenarios y acaba siendo la síntesis de la gran confrontación entre neoliberalismo y populismo que definió la década del 2010.

¿Qué tipo de Estado se defiende ahora?

Se vuelve a apostar por el Estado como solución; pero eso no significa el socialismo; el neoestatalismo puede ser también conservador para mantener el estatus y el sistema de propiedad existente. Es el modelo Trump.

Defina ese modelo Trump.

Es un proteccionismo propietario, que inspira también su política internacional.

¿En qué sentido?

Sus estímulos y la inversión pública...

¿Las todopoderosas intervenciones de la Reserva Federal?

No son para crear igualdad...

Como hizo Roosevelt con el new deal .

...Sino para mantener el estatus de los billonarios, y eso es un neocapitalismo propietario protegido por el Estado con sus estímulos.

¿Y así mantener la bolsa alta en un país en el que ya todo depende de ella?

Lo que está claro es que todos saben que las reglas de juego han cambiado. Y hasta el político que más predicó la austeridad comprende que hoy no lleva a ningún lado y empeoraría la crisis social y el paro.

Aquí somos líderes europeos en paro.

Y en ese neoestatalismo protector hay dos vías: defender a las empresas nacionales y defender el sistema de propiedad existente.

¿Cómo?

El nacionalismo defiende a los propietarios en nombre de la nación. Esa bandera nacionalista es también un puente que los neoliberales se han aprestado a construir por si necesitaran un giro autoritario para defender el sistema de propiedad existente.

¿Es suficiente para contentar a todos?

También se ofrece un proteccionismo social, patrocinado por la nueva socialdemocracia, en respuesta a una demanda de protección ubicua de todos y de todas partes.

Si las cosas nos van mal, todos queremos protección; si nos van bien, libertad.

Ya se ha agotado, además, la crítica neoliberal de los últimos 40 años al Estado socialista y hoy lo que prevalece es la demanda de protección, que justifica un Estado fuerte.

¿Quién la pagará?

Es obvio que la sociedad tiene que crear riqueza para poder proteger, pero hoy el problema fundamental de la economía no es que las personas no sean eficientes, sino garantizar los mínimos vitales a todos.

¿Qué ha cambiado, entonces?

Antes se pedía oportunidad, innovación, productividad, crecimiento… Pero hoy se pide estabilidad: que el Estado nos vacune contra el miedo. Y hay que temer al miedo.

¿Por qué?

Lo advierte con acierto el Papa en su última encíclica Todos hermanos ...

¿Qué le parece interesante en ella?

Habla del miedo y cómo lo usa la derecha nacionalista para dividirnos. Miedo a China, al inmigrante, a quienes piensan diferente...

Es la emoción social primigenia.

Thomas Hobbes apunta que el miedo es el pilar último del Estado que garantiza que el hombre no devore al hombre.

Y a cambio ofrece protección.

Pero cuando veo a todo el mundo desesperado por la recesión en la pandemia, también pienso que si el estado no da protección, tampoco habrá obediencia. Y no quiero ser apocalíptico, pero, además de las pandemias, tenemos ante nosotros amenazas peores, como el cambio climático...

¿Y si el Estado que te toca no funciona?

España e Italia han estado recortándolo durante años y ahora tienen estados depauperados y, claro, menos eficientes que otros que sí han sido modernizados. Ahora nos toca reinvertir en ellos, porque la gente pide, quiere y merece protección.