A ran de la publicació de la foto que teniu a la capçalera en l'escrit sobre la Fundació Francisco Franco, Salvador Macip i servidor tambè ens vàrem sorprendre que Wittgenstein i Hitler haguessin anat a la mateixa escola. El text que ve a continuació parla d'aquesta relació i d'altres històries. No l'he traduît atès és llarg, però sucós. El text el subscriu Enrique Pagella, de qui a penes en se res, però que possiblement sia una troballa.
"Ludwig Wittgenstein nació, probablemente, en el seno de la familia más rica del mundo en su tiempo. Puede decirse que creció sin mayores preocupaciones, atestado de estímulos artísticos e intelectuales. Y puede decirse que tuvo una infancia soñada. Lo que no puede predicarse es que la vivencia de su adolescencia haya adquirido semejantes calidades. Pues apenas transitaba los quince años se topó con Adolf Hitler en el colegio. Desde el primer contacto, las energías colisionaron irremediablemente. Esta disputa no carecía de una precuela, pues Alois Hitler, el medio hermano mayor de Adolf, había trabajado varios meses en la mansión Wittgenstein, obligado por la pésima situación económica de la familia Hitler, abandonando dicha empleo a la muerte de su padre en 1903. El propio Adolf reemplazó a Alois en sus tareas alguna que otra vez y de esta manera conoció al pequeño magnate Ludwig, que, a decir verdad, se comportaba altaneramente, ignorando al enclenque Adolf, que al verlo pasar se quitaba respetuoso la gorra e inclinaba la cabeza mientras lo maldecía. Wittgenstein y el joven híbrido Adolf Hitler volvieron a encontrarse al año siguiente en la nacionalista escuela secundaria de la ciudad austríaca de Linz, la Realschule Bundesrealgymnasium Fadingerstrasse. Allí compartieron un curso anual, antes que Adolf debiera abandonar la escuela dada la creciente pobreza de su familia y su escaso rendimiento – si se visita la web de la escuela (http://www.fadi.at/index.php?n1=1&n2=6) verán que ya en el home se encargan de negar que Hitler y Wittgenstein hayan coincidido en sus aulas, muy torpemente por cierto, ya que les hubiese bastado con ignorarlo. Existe una foto fechada en 1904 en la que se los puede apreciar a ambos, junto con el resto de los alumnos y uno de sus profesores.
Muchos creen que Ludwig era el cobarde niño judío al que se refiere Adolf Hitler en su obra “Mein Kamp” (Mi Lucha), teoría en disputa y que es absolutamente acertada. Hitler y Wittgenstein compartieron sólo un curso, entre 1904 y 1905, tiempo que le bastó al pobre Adolf para atemorizar al millonario Ludwig, primer judío al que odió y al que gustaba atormentar desplegando sus poderes de híbrido, tal cual lo hizo Jesús en su infancia. Lo sé porque si bien los timos no podemos viajar hacia el pasado, podemos soñarlo tal cual acaeció, y yo, queridos y humanos lectores, pude soñar una charla vital entre los niños austríacos. Ocurrió así:
Muchos creen que Ludwig era el cobarde niño judío al que se refiere Adolf Hitler en su obra “Mein Kamp” (Mi Lucha), teoría en disputa y que es absolutamente acertada. Hitler y Wittgenstein compartieron sólo un curso, entre 1904 y 1905, tiempo que le bastó al pobre Adolf para atemorizar al millonario Ludwig, primer judío al que odió y al que gustaba atormentar desplegando sus poderes de híbrido, tal cual lo hizo Jesús en su infancia. Lo sé porque si bien los timos no podemos viajar hacia el pasado, podemos soñarlo tal cual acaeció, y yo, queridos y humanos lectores, pude soñar una charla vital entre los niños austríacos. Ocurrió así:
Ludwig camina por el viejo Callejón de Piedra sobre el que se erige Bundesrealgymnasium Linz. Tiene quince años y viste como un pequeño príncipe; ha logrado burlar a sus preceptores y acaba de franquear la puerta del establecimiento. Quiere huir lo más lejos posible. Ya es lo suficientemente lúcido como para advertir la epidemia de violencia nacionalista que se incuba en el establecimiento. No le importa en absoluto ser judío, lo que le duele en el alma es tener que disimularlo para no sufrir el embate de sus compañeros y de sus profesores. Su padre, uno de los hombres más ricos del mundo, podría no sólo comprar su tranquilidad sino también el colegio entero, pero él odia la fortuna de su padre y calla. Ni una palabra en su casa del acoso diario que padece.
Y ya no soporta más, y está decidido a huir de todo. Trota por la vereda angosta sin rumbo pero con un objetivo, alejarse del colegio. Adolf lo persigue; acaba de salir por la puerta principal y lo divisa con expresión placentera.
Adolf (Con voz chillona, estridente): ¡Hey marica! ¡Detente!
Ludwig detiene su carrera, la voz le ha helado la sangre; sabe muy bien quién es su dueño. Adolf le da alcance.
Adolf: Maldito sorete afeminado ¿Adónde crees que vas?
Ludwig (Inseguro, con voz trémula): No te lo diré, no tengo que darte explicaciones.
Adolf (Poniendo los brazos en jarra y apretujando los hombros contra el cuello, rojo de ira): Aquí sí tendrás que darme explicaciones, judío burgués, no estamos en tu mansión, aquí no tengo que inclinar la cabeza para que me ignores, aquí ni mi hermano Alois ni yo tenemos que limpiar tu mierda.
Ludwig: En mi casa siempre los hemos tratado bien, han tenido trabajo y comida…
Adolf (Furioso): ¡Trabajo, comida y el peor de los desprecios! ¡La putas de tus hermanas, Helene y Hermine, se mofaban de mí cada vez que reemplazaba a Alois!
Ludwig: No debes tomarlas en serio.
Adolf (Iracundo): ¿Sabés cómo me llamaban? ¿Sabés cómo me decían?
Ludwig no contesta. Sabe pero no contesta; siente que no tiene ninguna relación con el asunto. Adolf hace una pausa esperando la respuesta y luego estalla elevando los brazos crispados hacia el cielo.
Adolf: ¡Me llamaban “el muerto de hambre culo roto”!
Ludwig (Perdiendo la paciencia): Yo no soy responsable de las conductas de mis hermanas, ellas son independientes de mi voluntad.
Adolf: ¡Voluntad! ¡Tú no sabes lo que es la voluntad!¡Yo te mostraré lo que es la voluntad!
Adolf se toma la cabeza con la manos y empieza a sudar; la venas de la frente se le hinchan y el pelo se le desordena bajo la frenética presión de sus manos. Ludwig lo observa atemorizado, pues supone que le dará un ataque de nervios o algo por el estilo. Pero antes de que Ludwig pudiera huir, Adolf se quita las manos de la cabeza y grita “¡Cáete!”. Ludwig entonces cae hacia atrás dando tres vueltas sobre la vereda, antes de desplomarse como un muñeco sobre la calle. Adolf con una sonrisa enloquecida se le va encima y le pone las rodillas en el pecho.
Adolf (En voz baja): Esto es voluntad, pedazo de mierda engreída. Esta es la voluntad que limpiará el Imperio Alemán de judíos como tú y tus hermanas. Te lo aviso, de ahora en adelante quiero que cada vez que nos crucemos, te quites tu graciosa gorrita e inclines la cabeza.
Ludwig, enfurecido, no puede hablar. Tiene la certeza de que cualquier palabra resultará inútil. Entonces es su propio cuerpo quien lo sorprende. Su puño derecho, raudo y fuerte, vuela y se estrella contra la boca de Adolf que se derrumba escupiendo sangre.
Ludwig (Poniéndose de pie): Eres un inhumano culo roto….
Adolf vuelve la cabeza desde el piso, exhibiendo una sonrisa sanguinolenta.
Adolf (Con la voz de un poseso): Así es amigo Ludwig, no soy muy humano que digamos. Escucha un consejo que te servirá para toda la vida: De lo que no se puede hablar, lo mejor es callar.
Oliverio, DS, Oliverito y su novia reaccionaron a mi súbito silencio como si se recuperasen de una alucinación. Todos de una u otra manera se desperezaron y cambiaron las posiciones pero ninguno pronunció palabra alguna. Seguían en mis manos.
-Queridos amigos, adorables mentirosos, la Segunda Guerra Mundial comenzó aquella mañana de 1904. Las fuerzas que colisionaron nacieron cuando Ludwig y Adolf se declararon la guerra. Ambos, apenas confrontaron entre sí, padecieron lo que padecen muchos personajes de Borges. Vislumbraron con claridad sus destinos. No en vano Ludwig combatió como voluntario del ejército austríaco durante la Primera Guerra Mundial y redactó, en las trincheras, su Tractatus. Se entrenaba para la Segunda Guerra Mundial, pues sabía que dominar la lógica metafísica del combate le permitiría vencer a Hitler en un terreno que por híbrido no dominaba. Es por ello también que, al regresar de la guerra, renunció a la fortuna heredada de su padre en favor de sus dos hermanas.
El Tractatus no es un libro de lógica, tampoco de filosofía. El Tractatus es alta tecnología metafísica para quienes puedan subir la escalera y luego arrojarla. Ese libro cifra las leyes del devenir sin decir una sola palabra sobre el asunto, en consecuencia, quien alcanza dicho innominado conocimiento puede predecir el futuro; en verdad no lo predice sino que lo deduce. En suma, Wittgenstein sabía que Hitler, durante la Segunda Guerra Mundial, secuestraría a sus hermanas y que sólo las liberaría vivas a cambio de la inmensa fortuna familiar. A Ludwig no le dolió en absoluto entregarle a Adolf el equivalente a mil setecientos kilos de oro, por el contrario, Ludwig se deleitó al ceder una fortuna a la que ya había renunciado, toda vez que, al mismo tiempo, descifraba para la KGB el código secreto de la máquina alemana de cifrado de mensajes, Enigma, proeza intelectual que permitió alcanzar las victorias en el Frente Oriental, la liberación del los campos de concentración y, finalmente, derrotar al ejército nazi.
Wittgenstein supo ser feliz y aunque parezca un dislate, Hitler también, pues junto a su estado mayor conjunto en las sombras (el verdadero), plantó la escena del suicidio para los soviéticos y luego negoció con los yanquis: la sorprendente tecnología nazi, incluidos sus poderes de híbrido, más científicos entrenados, a cambio de una plácida vida en el sueño americano, en San Diego, donde murió hace cuatro años, en el 2009, a la edad de 120 años. Eso es lo que viven los híbridos.
A la luz de la verdad ya no resultan tan enigmáticas estas palabras acerca de Adolf, que Ludwig escribió 1945: “Racionalmente no es posible tener ira contra Hitler, mucho menos contra Dios”.
Aquí hice un nuevo silencio y aproveché para ponerme de pie y estirar un poco las piernas. Por eso di unos pasos hasta colocarme bien a la vera de la ruta. Oliverio me había seguido y ya estaba a mi lado.
- ¿Así que Hitler vivió 120 años? Casi lo mismo que mi abuela.
- Tu abuela era un híbrido, estoy ciento por ciento seguro de ello.
Oliverio se hundió en un silencio tan oscuro como los extremos de la ruta. No sin esfuerzo pudo hacerme una pregunta más.
- ¿Crees que tengo sangre de timo?
- En segunda generación, mucho más débil, pero sí, seguro que eres un híbrido suave, no te preocupes, no te pasará nada, ustedes la pasan mejor."
Tota aquesta història pot ser real o no ser certa, sigui com sigui, que importa, Pagella explica una història, una possibilitat real de que Wittgenstein i Hitler fossin companys d'escola i ho explica d'una manera molt convincent. De fet, la gran pegunta que em faig en aquest assumpte és: és la princesa Corina Sayn-Wittgentsein (l'amigueta del Borbó) familiar de Wittgenstein?.
Tota aquesta història pot ser real o no ser certa, sigui com sigui, que importa, Pagella explica una història, una possibilitat real de que Wittgenstein i Hitler fossin companys d'escola i ho explica d'una manera molt convincent. De fet, la gran pegunta que em faig en aquest assumpte és: és la princesa Corina Sayn-Wittgentsein (l'amigueta del Borbó) familiar de Wittgenstein?.